"Jet Lag", conocido como descompensación horaria, produce efectos de sueño y confusión.
Hace ya 5 meses que regresé de Nueva York, y aún a veces siento un pequeño Jet Lag interno que este largo viaje me produjo.
Y es que tuvieron que pasar dos semanas hasta que me acostumbré a la rutina de mi vida, al día a día.
Atrás quedaron los desayunos copiosos, la humedad penetrante, el calor sofocante y el olor a puesto de perrito caliente; los paseos por Manhattan y las paradas en Mcdonald´s, las fotografías y la recarga de mi Metrocard.
Dejé en aquel continente mis costumbres americanas, mi inglés ( tirando más a "spanglish"), y mi mochila Vans colgada a la espalda con la cámara en mano.
Sin embargo regresé con mi espíritu aventurero por las nubes y sobre todo enamorado de este país.
Todos los que hemos viajado allí, sabemos esa sensación que nos recorre por dentro cada vez que recordamos aquel paraje de luces, sonidos y vida, sobre todo vida. La muchedumbre nos contagiaba, la diversidad estaba presente en cualquier esquina; la ciudad que nunca duerme hace honor a su nombre.
A veces es normal que a uno le tomen por pesado si se tira todo el día recordando historietas; pero tampoco es fácil evitarlo, ya que mires por donde mires, aparece NYC en cualquier sitio; nos persigue, nos ata....
Qué difícil es soportar el Jet Lag; te confunde, te atonta, te fatiga....
Pero sabes que es una sensación sana, síntoma de un viaje merecido y disfrutado.
Raro es el día que no me paro a pensar en esta ciudad, y es que es imposible desprenderse de tan gratos recuerdos y vivencias.

Me bajo de mi litera,mientras escucho el chirriar de la madera; una tarea un tanto desastrosa, puesto que tengo que hacer malabares para no caerme y parecer inútil. Uno no está muy hábil a esas horas de la mañana.
Me dirijo hacia nuestro baño, me lavo la cara, hago unas flexiones para mantener la forma y me ducho. Camino por los pasillos enmoquetados, saludo a unos cuantos compañeros por el camino; salgo del edificio y respiro el aire puro. Aire neoyorquino.
Realizo el recorrido hacia Rita Hall, paso la tarjeta por el control, y me dispongo a desayunar con mis chicas.
Pero no un desayuno de dos tostadas, ¡que va! Un desayuno completo: pizza, un poco de hamburguesa, vasito de zumo, un poco de Coca-Cola, cereales y listo.
Perfecto para un día de caminata por Manhattan.
Tras coger el tren en la estación de Tarrytown y llegados a la Gran Manzana nos espera un largo día.
Mirando escaparates de ropa de prestigiosas marcas en el SoHo; cruzamos los pasos de peatones mientras el olor a perrito caliente de los puestos ambulantes se nos pega a la ropa.
Tomamos instantáneas a todo cuanto nos rodea; regateando precios en Chinatown y siendo objetivo de ofertas en restaurantes en Litlle Italy; cruzándonos con los mas pintorescos personajes por Times Square y sufriendo el terrible calor en los andenes del Metro más emblemático del mundo.
Se termina el día mientras cruzamos el puente de Brooklyn, a la vez que a nuestras espaldas, queda el inmenso paisaje de edificios en perfecta conjunción y armonía que Manhattan plasma.

Añoro muchas cosas de allí, incluso desearía despertar algún día contemplando las vistas desde el Rockefeller Center hacia el Empire State.
Pongo el TV y veo programas de viajes, anuncios etc y siempre digo con una sonrisa en la cara : "yo estuve ahi"...
Un simple trazo de algunos de mis pequeños recuerdos.
Volveré pronto....